Hace unos minutos sonó el teléfono en casa. Era una maquinita
para responder una encuesta de interés social. A esta hora el rating no importa
tanto. Me animé y la contesté. Básicamente las preguntas estaban orientadas a
la oposición Argentina. Por un lado te pregunta si estás muy acuerdo con
las decisiones del gobierno nacional, un
poco de acuerdo o en desacuerdo. Te pregunta si ves en algún candidato opositor
chances de seguir con el modelo, pero corrigiendo errores. Te pregunta si te
parece que la oposición debe unirse para ganar las elecciones. Y muchas
preguntas más, demasiadas. Deberían saber ya que la capacidad de atención de la
ciudadanía es cada vez menor.
Pero mis pensamientos se detuvieron en esta pregunta: ¿debe
unirse la oposición para hacer frente al oficialismo? ¿Se debe formar una nueva
alianza? Y la sola pregunta me trajo a la cabeza a Julio Cleto Cobos, primero,
y a la Alianza, después. Y se me erizo la piel.
¿Realmente queremos que se junten personas que piensan
totalmente distinto sólo para ganar una elección y después volver a
fraccionarse? Creo que para que se formen alianzas, tendría que ser un
requisito, impuesto por la población, que estos elaboren una propuesta
electoral conjunta, que deba ser cumplida, como todas las propuestas.
La Alianza se formó para derrocar al menemismo, y así nos
fue. Cobos fue el vicepresidente de Cristina para mostrar pluralidad, para
demostrar que este gobierno dialoga, que puede unir fuerzas con personas que
piensan distinto, de fuerzas contrarias al peronismo. A la vista está el resultado: desde
el día del voto “no positivo”, el vicepresidente se convirtió en el enemigo
público número uno del gobierno, y el radicalismo, que lo había expulsado del
partido por haberse unido a un gobierno peronista, lo recibió como quien recibe
a un héroe.
Cobos nos enseño, con su ejemplo, que las Alianzas no son
buenas. Que, como mínimo, los que se unen deben pensar parecido. Ver juntos a Hugo
Moyano, Francisco De Narváez, Roberto Lavagna y José Manuel De la Sota, sólo me
hace estremecer. Una vez leí que las minorías suelen unirse para vencer al poderoso,
pero que luego de la elección vuelven al punto de partida, en el que se
desprecian y quieren estar por encima de todos. El deseo de poder les hace obrar
de maneras distintas a como piensan, de las que luego se arrepentirán. Y
claramente, eso es “no positivo”.